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jueves, 6 de octubre de 2011

Au revoir Trichet... y no vuelvas

Hoy se ha despedido (por fin) el Presidente del BCE JC Trichet. Será recordado por sus decisiones de política monetaria contrarias a los dictados elementales de la teoría económica, "ayudando" de manera decisiva al estado de caos actual de la UE.

A continuación reproduzco la carta que le ha dedicado uno de los mejores gestores que existe en la actualidad (y compatriota suyo), Edouard Carmignac. No tiene desperdicio.

Muy señor mío:

¡Adiós, no le extrañaremos! A lo largo de su carrera, usted asestó un golpe fatal a la industria francesa en la década de los 90 por su política del franco fuerte, luego agravó el impacto de la crisis de 2009 subestimando su magnitud y, últimamente, ha puesto en peligro el euro debido a unas subidas de tipos poco consideradas y una política de sostenimiento de la deuda de los países europeos debilitados notoriamente insuficiente.


Mañana, usted presidirá por última vez el Consejo del BCE y tendrá una ocasión única para salir con buen pie. En este sentido, tomo la libertad de sugerirle las siguientes propuestas:

Recortar el tipo de referencia del BCE a cero. Una reducción inmediata del 1,5% en la carga de intereses que soporta el conjunto de la zona daría un balón de oxígeno apreciable, especialmente a los estados miembros más frágiles. También serviría para ayudarnos a combatir la sobrevaloración del euro, que penaliza nuestras exportaciones desde hace cinco años.

Redactar una declaración de intenciones en la que se comprometa a adquirir la deuda pública de los países en dificultades sin restricciones en cuanto al importe y sin esterilizar dichas intervenciones. Con el fin de evitar que la situación se descontrole, se podría establecer que a partir del momento en el que el volumen de compras del BCE exceda un umbral expresado en porcentaje del PNB de un país, éste deberá someterse a un programa de ajuste estructural del FMI. Una mayor presencia del BCE en el mercado de deuda pública resolvería dos grandes problemas: volvería a dar a los países debilitados acceso al mercado en condiciones no prohibitivas y evitaría a los bancos europeos la obligación más que problemática de emprender una recapitalización inmediata y masiva motivada por la depreciación de la deuda pública presente en sus balances. Por último, mal que pese al credo monetarista, la creación de liquidez como contrapartida de estas intervenciones no sería inflacionista. Simplemente, reduciría la fuerza de la potente ola deflacionista desencadenada por el desendeudamiento generalizado actual y, al mismo tiempo, ejercería presiones bajistas sobre el euro. ¿Acaso no es mejor un euro débil que su desaparición?
  
La situación es grave y requieren acciones inmediatas. Las vicisitudes de la construcción europea hacen que ni los políticos ni ninguna institución distinta del BCE estén en disposición de tomar medidas decisivas. Sobre usted recae asimismo la imponente misión de colmar este vacío.

Aprovecho para expresar mi deseo de que el alto funcionario celoso que conocemos se revele como un estadista. Con esta esperanza, reciba un cordial salido.

Edouard Carmignac

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